Los manuscritos de Qumrán

 


Algunos dicen que el tiempo es relativo; en realidad es un poco complicado de decir con exactitud que es el tiempo pasado, que es el tiempo presente y el futuro. Me gusta utilizar aquella frase que dice que el tiempo es relativo, según el observador.

Quería compartir con ustedes una historia “verdadera”, en la que el pasado y el presente se funden y la temática que elegí son: Los manuscritos de Qumrán. Es por ello que los invito a realizar un viaje con vuestra mente a otro lugares, esta vez, a Medio Oriente, a Israel.

En muchas ciudades del mundo para ordenar la vida cotidiana, las buenas costumbres fueron transmitiendo a las generaciones siguientes, la costumbre del mercado, o feria en algunos países. Se elige un día de la semana para dedicarlo exclusivamente para el mercado. Aquel día, en alguna plaza, se corta la circulación de vehículos, llegan los camiones en la mañana temprano e inician a desplegar los mesones con todo tipo de artículos, desde verdura, fruta, pescados, tienda de telas, granos varios, plantas, animales, muebles antiguos, libros nuevos y usados, muebles en madera, artículos varios para la casa, colecciones de filatelia, monedas antiguas, piedras raras. En algunos mercados puedes encontrar, las cosas más exóticas que uno se pueda imaginar. Solo que aquí en Jerusalén esto hay que multiplicarlo varias veces ya que cuenta con la tradición del mercado, tal vez, el más antiguo del mundo.

La vida se complica en algunos días de la semana ya que hay que cuidar las relaciones de amistad con las demás personas de otra religión. Por ello si eres musulmán, el día viernes es un día de fiesta religiosa, por lo tanto no se trabaja y por ello, mas de la mitad de los mercados de la ciudad se encuentran cerrados.

En ves si eres judío, sucede lo mismo pero para el día sábado. Pero si eres cristiano, no se abrirán los mercados y negocios los días domingos. Todo esto lleva a un equilibrio semanal de distribución del comercio; claro es un poco complicado salir a la calle a comprar algo de lunes a jueves, ya que están todos los negocios abiertos y todos compiten, pero bueno este, es el equilibrio de la oferta y demanda que mantiene las buenas relaciones.

Un día como tantos otros en el año 1947, una mañana de mercado me detuve a comprar un poco de fruta cera del monasterio de San Marcos, allí la fruta era muy buena. Mi atención raptada por unos vendedores beduinos que tenían una pequeña mesa de madera allí cerca y sobre habían una especie de fundas de cuero, y en su interior había algo que sobresalía. Siendo profesor de arqueología en la Universidad Hebrea de Jerusalén, esta pequeña mesa de vendedores me atrajo y fui hasta ella. “salam ealaykum”, que la paz sea contigo en árabe fue mi saludo. Eran de la tribu beduina de “Ta'amireh”, el más anciano, me responde “ealaykum salam”, que con tigo sea la paz. ¿Qué vende?, Ha mi estimado señor, encontramos estos fardos en el desierto y si quiere usted comprarlos, le pido solo el precio de un día de trabajo mío y de mi hijo, mas el costo del viaje desde. ¿Puedo ver qué es?. Si, si claro. Hay que tener siempre cuidado con los beduinos, no se sabe nunca.

Tome con cuidado la mochila de cuero, y vi que en el interior habían una especie de rollos de madera arrugada, pero luego vi que en uno de los extremos se veían muy marcadas la vetas y esto no me pareció normal. Saque mis anteojos y mi presentimiento inicio a hacerse realidad, aquello que tenía en mis manos, no era madera, sino cuero y este envolvía protegiendo en su interior un rotulo. A simple vista se veía que era muy antiguo. Enseguida hice el cálculo de cuanto debía pagarles por los rótulos a los beduinos y eran unos 40 dólares. Les deje 50 pero les pegunte donde lo habían encontrado. Los encontramos en una cueva en el desierto, cerca del mar Muerto. Si le interesa le podemos traer más. Como ¿hay más de estos en la cueva?, Si, está llena. Están dentro de vasijas de barro. Pero nos tiene que decir ahora si las quiere, porque nos tenemos que ir, nosotros vivimos en el desierto y venimos a Jerusalén cada tanto, cuando hay algo para vender. Me pueden dar momento, voy hasta la oficina que está aquí cerca, le doy una mirada y luego vengo y les digo.

Llegue rápidamente a la oficina de la Universidad de Israel, hice un poco de espacio sobre una mesa y allí coloque los 3 rollos que había comprado en el mercado. Los examine con la lente de aumento, y efectivamente eran rollos de cuero muy fino, que están pegadas las capas unas con otras formando una especie de tubo masivo, estaba totalmente disecado por el paso del tiempo, ya se habían despegado algunos pedazos como hojas secas. Estaba observando uno de ellos y entre mis manos de desprendió un trozo, como un de 20 centímetros, era una hoja casi entera del tubo.

Me di cuenta que con la diferencias de temperatura, de la cueva, el mal transporte, y las horas en el mercado, había iniciado el proceso de desintegración. Así es que actué rápidamente, tome un paquete de velas que tenía para cuando se iba la corriente y inicie a derretirlas dentro de un plato, luego inicie a cubrir con la cera derretida los 3 rótulos, hasta que quedaron totalmente cubiertos de cera, luego de un instante ya estaba seca, los rótulos estaban a salvo, ya no estaban en contacto con el aire y la desintegración se había detenido. Luego los coloque dentro de la heladera.

Cuando termine, había quedado sobre la mesa la hoja desprendida,  opte por hacer el mismo proceso, pero me asalto la curiosidad de que estaba escrito en la parte interior. Con ayuda de mi lente de aumento y una lámpara, me di cuenta que estaba escrito en “Arameo”, una antigua lengua que se hablaba en Judea, hace más de 2000 años, era la lengua que hablaba Jesús de Nazaret.

Luego tome un cuaderno y un lápiz y copie los caracteres y frases que veía. Eran pocas frases, luego tome el diccionario de “arameo al hebreo” para hacer la traducción. En menos de 10 minutos ya tenía la traducción. Fue entonces que sentí un fuerte dolor en el pecho, tan fuerte que no podía respirar, mi cara se llenó de sudor. Dije en vos alta: No, por favor, ahora no, ahora no. Descanse un poco sentado en una silla. Luego inicie a respirar, me encontraba lleno de alegría, no porque había sobrevivido a un pre infarto, sino por el trozo de papel que tenía ante mis ojos, y este decía:


El Señor es mi pastor; nada me puede faltar.

En verdes praderas El me hace descansar,

a las aguas tranquilas me conduce,

me da nuevas fuerzas y me lleva por caminos rectos,

haciendo honor a su nombre.

Aunque pase por el más oscuro de los valles,

no temeré peligro alguno, porque Tú, 

Señor, estás conmigo. 


Jasif y Afmed se quedaron allí en el mercado a la sombra ya habían desarmado la mesa plegable y estaban hablando que cosa comprarían con los 50 dólares, era mucho dinero, tal vez harina y arroz para dos meses, las esposas estarían contentas, tal vez tela para un vestido de una de las hijas.

Hacía mucho calor y estaban comiendo unos dátiles, cuando vimos que el profesor llego casi corriendo. Nos preocupamos un poco, porque estaba sudando y su piel estaba roja. Llego a nuestro lado y le preguntamos: ¿Señor se encuentra usted bien?. Si, si estoy bien, solo es mi corazón que se aceleró un poco por la corrida, tenía miedo de no encontrarlos.

Y, bueno que decidió con el tema de las vasijas, ¿va a querer alguna?, No, no, las quiero todas, ustedes mañana vendrán con migo a las cuevas que me dicen, es posible que haya que hacer trabajos, por lo tanto desde este momento los contrato para realizar los trabajos. ¿Pero de que trabajos, habla señor, está usted bien? No se los puedo explicar, tenemos que ir urgente a las cuevas.

Esa misma tarde envié un mensaje vía radio a la embajada de Israel en Paris, un mensaje a mi mejor amigo, también arqueólogo y responsable del museo de Louvre. El mensaje era sintético, como todos los menajes importantes, este decía:

Tienes que venir ya mismo a Jerusalén. Encontré el original del salmo de David.

Firmado: Profesor Sukenik, Universidad de Jerusalén   

Allí en Qumrán, cerca de las márgenes del Mar Muerto en Palestina, se encontró en 1947 las cuevas que contenían vasijas de barro y en su interior los rótulos con los manuscritos, más antiguos, para los cristianos “de la Biblia”, para los judíos “La Torá”.   

Se encontraron 12 cuevas hasta ahora, conteniendo los manuscritos originales de varios libros de la Biblia, entre ellos el libro de Isaías y muchos salmos así como otros escritos.

Estos fueron trasladados al museo de Israel en Jerusalén, allí fueron estudiados y debido al inestimable valor que poseen, años más tarde se construyó una sección especial en el museo para contener aquel tesoro, se llama actualmente: “El museo de Libro”

Hace más de 2000 años, vivía allí una comunidad perteneciente aun secta judía, los Esenios posiblemente llegaron allí luego de la revuelta Macabea en el II siglo a.C.

Debido al lugar tan extremo en el desierto, les permitió a esa comunidad estar aislada, y allí, sirvió de lugar de refugio para guardar estos libros sagrados, que tal vez en otros lugares habrían desaparecido o haber sido destruidos.

La comunidad de los Esenios, eran muy distinta al resto de los judíos, mantuvieron algunas prácticas que los caracterizaban, entre ellas, las practicas del bautismo por medio de la emersión en las aguas y el mantenimiento de la virginidad entre algunos de sus miembros y también en el retiro de ayuno en el desierto. Es probable que Juan El Bautista, habría pertenecido a aquella comunidad. También Jesús de Nazaret, pudo haber tenido contacto con aquella comunidad, allí se entiende, su bautismo en el rio Jordán, el ayuno en el desierto y el celebrar la cena de la pascua judía, con pan ácimo y vino.  

También habían mantenido la idea de la lucha del bien contra el mal, de una manera muy acentuada; ellos creían que allí en aquel desierto se habría librado la guerra final entre el bien y el mal, en donde el bien habría triunfado. Bueno en realidad esta batalla se dio, no tal vez en los momentos que ellos habían predicho, al final de los tiempos, sino en el año 73 d.C., durante la primera guerra  judía contra los romanos. Allí los judíos se enfrentaron con un ejército sin igual y fue el fin de los esenios y también de Qumrán. Pero antes de la escalofriante guerra pudieron ocultar por casi 2000 años los tesoros que ellos custodiaban: “los manuscritos”.

Hoy se puede visitar el museo del Libro en gran museo de Israel en Jerusalén y ver parte de estos manuscritos curadamente conservados en la cripta que los contiene. Actualmente se encuentran digitalizados para su estudio y se encuentran disponibles en internet.

Una vez más, el pasado y el presente se funden en una historia que va adelante y en donde nosotros somos no solo espectadores si no también constructores del próximo futuro en la transmisión de estos tesoros.


Galería fotográfica: #mdleppez Museo de Jerusalén

Fuente histórica: Vidal Manzanares, César; Los Documentos del Mar Muerto. Alianza Editorial: Madrid, 1993. ISBN 84-206-9680-3

Los personajes narrados fueron recreados por Marcelo Leppez Sánchez


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Comentarios

  1. María Cristina Sanchez - 20 agosto, 2020 at 6:19 pm

    Que increible!!

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  2. Mario De Pian - 20 agosto, 2020 at 6:26 pm

    Lo describis muy real, es como si estviesemos en un rincon viendo toda la escena.
    Y es nuestro presente junto al tuyo, contar las maravillas del señor!!!
    Gracias Hermano!!!
    Un abraxo!!! Gabriela y Mario

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  3. Patricia Manganelli - 21 agosto, 2020 at 11:07 pm

    Hola Marcelo. Disfruté éste guión que convertiría en película, si fuera directora cinematográfica o si solo tuviera los fondos para realizarla contrato al “director” jajajaja 😳. Qué buen relato!!! Me encantó!! Abrazo Marcelo y cuidate muchito. ❄❄❄❄

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  4. Andrés Maggioli - 23 agosto, 2020 at 9:10 am

    Realmente de película!! Muy bueno y atrapante el relato…muchas gracias!!

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  5. Juan Carlos Peña - 23 agosto, 2020 at 4:08 pm

    Que bueno!! Excelente!! Gracias Marce por introducirnos en otro tiempo, en otro espacio, testigos de algo que si bien sucedio hace mucho tiempo, me deja pensando que fascinante debe haber sido para este arqueólogo descubrir estos escritos. Muchas gracias Marce por estos instantes, abrazo eterno!!

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  6. Martín Barrera Armendáriz - 23 agosto, 2020 at 11:13 pm

    Muy bueno Marcelo, genial el relato de ese hallazgo tan significativo desde la piel del arqueólogo! abrazo grande y gracias!

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  7. Lionel Conde - 24 agosto, 2020 at 10:07 am

    La verdad Marcelo, es impresionante como por un instante tu narración hace de las suyas, ni bien comencé a leerlo, fue como estar viviendolo, gracias por compartirlo y tus privilegiados espectadores de tan enriquecedora historia.Abrazo grande a la distancia!!

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  8. Gabriele Palocci - 6 septiembre, 2020 at 1:26 pm

    Ciao Marcelo, affascinante entrare in queste storie e questi mondi, la bellezza di poter tramandare nel tempo questi tesori ha un valore inestimabile.

    Un grande abbraccio! Gabriele

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  9. Sarko Medina Hinojosa - 7 septiembre, 2020 at 12:29 pm

    Estuvo muy interesante el texto, hay facilidad de generar imágenes como si uno estuviera allí. Gracias por compartir!!

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  10. Lello Ingenito - 15 septiembre, 2020 at 1:21 am

    Interessante

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  11. Marina Di Tulio - 17 septiembre, 2020 at 3:42 pm

    Una storia avvincente, ricca di particolari e colore.
    Anche i personaggi sembrano molto vicini nelle vicende vissute.

    Grazie ed un abbraccio. Marina

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  12. Mario Gustavo Guzmán - 17 septiembre, 2020 at 8:49 pm

    Bueno, muy bueno, me hiciste vivir un momento en otra coordenada del eterno presente que es el tiempo. Abrazo Amigo

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  13. Muy buena historia, se siente tan real y maravillosa. Es increíble como se mantienen los objetos del pasado para encontrarse con el presente. Hermoso relato. Saludos! ❤️

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